lunes, 23 de noviembre de 2015

La carta de Gardel - novela (fragmento)



 

Una carta, un as de corazones había cambiado la mañana. ¿Encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser, en una mesa de disecciones? - decía Lautréamont. No, no era eso lo que había ocurrido. Sólo un as de corazones, un azar, un encuentro fortuito en la calle, había cambiado el hilo de la investigación. Porque el as de corazones es como una partícula de espín 1, según la física, es como una flecha: parece diferente desde direcciones distintas. Sólo si uno la gira una vuelta completa, un giro de trescientos sesenta grados, la partícula parece la misma. Es una teoría, nada más. Y tal vez estuviera equivocada, quién sabe.
La carta ¿quién sabe a quién se le habría caído? ¿de dónde habría llegado? había indicado el rumbo a seguir. Por lo menos ese día.
Tal vez hubiera perdido mucho tiempo en investigar a Mary, habría que haberla dejado tranquila y haber seguido por otro lado ¿para llegar a las mismas conclusiones?
A lo mejor había que darse una vuelta por el pueblo de la señorita Ana, conseguir la carta de Gardel olvidada en algún rincón, en algún escondrijo, indagar en el alma de alguien hasta ese momento sin ninguna sospecha. O tal vez habría que ir a la ciudad, a la gran ciudad nuevamente, preguntar, mezclarse en algún boliche de tango, hasta dar con alguna pista.
¿Isidro? por ahora, descartado. Era un buen tipo, transparente, casi rozaba la ingenuidad. ¿Cómo estaba tan segura de eso? Cazar las aves con luz, es el verdadero encandilar. ¿Y a quién investigar, entonces? Había quedado afuera de la pesquisa el sobrino de la señorita Ana. ¿Dónde estaría ahora?
(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados