domingo, 17 de mayo de 2015

El poeta Almafuerte fue homenajeado hoy con una Fiesta Popular



(Buenos Aires)

El poeta Pedro Bonifacio Palacios - Almafuerte - fue homenajeado hoy en la ciudad de La Plata con una Fiesta Popular.
La tarde de sol y calor acompañó a la gran cantidad de platenses que se acercaron a disfrutar de la Fiesta Popular organizada por la Secretaria de Cultura y Educación a través de la Dirección de Museos de la Municipalidad de La Plata. Fue una interesante propuesta multidisciplinaria con actividades para toda la familia en conmemoración al 161º Aniversario del Natalicio del poeta Almafuerte y adhiriendo al 18 de mayo Día internacional de los museos.
Fue una jornada con actividades variadas. Se realizó un taller de arte con materiales reciclados para toda la familia dirigido por Cecilia Canepa y Soledad Franco, hubo muestra y venta de artesanías de todo tipo -desde cerámica hasta encaje de bolillos-, participó la Feria Artesanal de Plaza Matheu y el Atelier Pintura Fresca, los títeres estuvieron a cargo de Damasita con la obra "Gualichos", y se realizó una visita guiada -que incluyó recitado de poemas- por la casa de Pedro B. Palacios, hoy Museo Almafuerte, a cargo de Osvaldo Tesser.
La música en vivo estuvo en manos del grupo Tupac, que deleitó al público con clásicos folklóricos argentinos y la fiesta cerró al atardecer con la actuación de la Orquesta Municipal de Tango, junto a una pareja de tango y milonga callejera.
El Museo Almafuerte se encuentra en la casa que habitó y donde transcurrieron los últimos días de Pedro B. Palacios, más conocido como Almafuerte. Esta casa, que se halla situada en la avenida 66 N°530, es hoy un museo que sintetiza la vida y la obra de este artista. La creación de un museo en esta casona de principios de siglo pasado - declarada Monumento Histórico de la Ciudad, de la Provincia y de la Nación- es un justo homenaje al artista y promueve la consolidación como patrimonio público del lugar donde se plasmó su acción humanística y literaria. En el Museo Almafuerte se exhiben manuscritos, fotografías, dibujos, libros, periódicos, escritos sobre su obra, muebles y otros objetos que formaron parte de la vida del poeta. Recorriendo las diferentes salas, el visitante va descubriendo la multifacética personalidad de Almafuerte, a partir de los muchos oficios que tuvo, al mismo tiempo, toma contacto con el contexto político, social e histórico que le tocó vivir. Una de las salas permite, además, asomarse a su mundo interior, a sus cosas más personales, muebles y objeto de uso cotidiano, como los anteojos con armazón de plata que lo acompañaron en su vejez.

sábado, 9 de mayo de 2015

La carta de Gardel - novela (fragmento)



 
Pisaba las hojas secas de los árboles en la vereda, el otoño había llegado. ¿Hasta cuándo seguiría en ese pueblo? La conversación con Dolores, la mujer más vieja del pueblo la había desconcertado, rodeada de retratos, de perros, de pájaros, de recuerdos que se agolpaban y venían a su mente y quería rescatarlos y entregárselos a ella, porque era ella, justamente ella la que buscaba la carta de Gardel. ¿Hasta cuándo seguiría buscándola? y además por encargo, era un trabajo. Las hojas secas del otoño le molestaban, odiaba el otoño, no le gustaba, nunca le había gustado esa estación parecida a la muerte. Le molestaba tanto como los cartelitos con moraleja de facebook, o los conocidos que la llamaban o le escribían después de años de no saber nada de ellos ¿qué importancia tenía todo eso? En algún espejo había que mirarse, Dolores le disgustaba, no había querido contestar algunas preguntas. Tal vez tuviera razón en no hacerlo.

Decidió volver al hotel, comer algo y directamente subir a la habitación. Miraría alguna película en el televisor plano del cuarto, esa pantalla que se parecía a cualquier cosa, tal vez una computadora, tan común como tantos otros objetos que se vendían como algún confort. Se le cruzó un hombre que caminaba rápido, en la oscuridad y caminó directamente hasta entrar en el edificio nuevo.

La noche parecía existir adentro de la habitación, corrió las cortinas lo suficiente, pero no tanto como para no ver la calle. Escuchaba el ruido de las hojas que aún quedaban en los árboles, algunas ramas se hamacaban y golpeaban el vidrio. Se alegraba pensando que pronto se iría de ahí a otra parte, tal vez a Buenos Aires. Aunque no tenía ganas de volver a la oficina, siempre habría novedades que la estarían esperando. La chicharra del teléfono sonó varias veces. Miraba el reloj, ¿quién sería a esa hora?

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados