lunes, 23 de junio de 2014

La carta de Gardel -novela (fragmento)


No podía dormir y me levanté. Encendí la notebook, conecté el wi fi, la luz de la pantalla brillaba en la noche. Tenía el presentimiento, la sensación de que algún mensaje enviado por alguien me estaba esperando. Tardé apenas unos segundos en comprobar que mi intuición no me fallaba ¿había fallado alguna vez? Era un correo de Mary:
"José es el único hombre del que nunca desconfié. Tal vez por eso se fue tanto tiempo y volvió veinte años después. Pero él no mintió, no tenía por qué hacerlo. No me dijo mentiras, no me engañó. Y ahora se presenta con una caja, llena de recuerdos míos: fotografías, cartas, objetos personales, pequeñas chucherías, un aro sin par, un espejito, un peine, una estampita, una medalla. Me asombró que apareciera así, de improviso, que me trajera parte de mi pasado en esa caja. ¿Cómo obtuvo todas esas cosas sin que yo supiera nada? José me lo dijo de frente: la señorita Ana lo había llamado una vez, hace mucho tiempo, para entregarle todo eso. Como si yo me hubiera muerto ¿entiende? Ella fue capaz de entrar en mi casa, cuando yo me fui y de sacar cosas de ahí y guardarlas, como si fueran pruebas. ¿De qué? Lo llamó a José, no sé cuándo ni cómo lo encontró y le entregó todo eso y ahora José, mi ex marido me lo entrega a mi. Me quedé muda, mirando los objetos de la caja como capas de tiempo, capas de tiempo superpuestas, como si  un aro o una estampita, o una fotografía hubieran salido de algún tiempo lejano. El pasado es así, me dijo José. La vida es como el mar, cuando la ola se va, aparecen algunas cosas en la arena...
Lo escuchaba. Casi no le pregunté nada, pero sabía que José había vuelto por algo, y que él de alguna manera tenía alguna ventaja: él sabía mucho más de mí ahora que yo de él. En la caja había una fotografía, era de Gardel ¿cuánto tiempo hacía que esa foto estaba ahí?
- ¿Seguís bailando tango? - preguntó
- A veces - respondí
A José no le había gustado nunca bailar, era aventurero, soñador, no le gustaba atarse a nada, ni siquiera a la rutina del baile.
(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados



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