viernes, 2 de noviembre de 2012

La carta de Gardel - novela - (fragmento)



¿Nunca le hablé de Violeta? dijo Mary, era una amiga que tenía en Buenos Aires. La conocí en la empresa, trabajaba en la oficina de al lado. Comí varias veces con ella, cuando todavía iba al comedor. Después no fui más, comía afuera o pedía que me trajeran algún sandwich. Violeta me dijo que salía con un hombre, casi no recuerdo el nombre, no sé si era Alberto o Luis. Ahora poco importa. Me fue contando detalles de su relación. Tomábamos café cuando Guillermo o Alejandro, los que eran mis jefes se iban y yo tenía algunos minutos para charlar. Sabía que Violeta estaba sola y presentí que muchas cualidades de su novio eran inventadas, porque ¿a quien no le gusta tener una pareja ideal, que reúna toda lo que soñamos? Violeta me lo pintó como un cuadro. Y me dijo que me lo iba a presentar. Por no llevarle la contra le dije que sí, que algún día me lo presentara. Pero mi obsesión con el trabajo, primero con Guillermo y después con Alejandro, me dejaba poco tiempo para prestar atención a la vida de los demás. Además, estaba el tango, la milonga, y en Buenos Aires, ya se sabe, hay muchos lugares donde ir a bailar.
Habrán sido cuatro o cinco veces, tal vez más. Violeta me llamaba los viernes a la tarde o los sábados, decía que teníamos que salir a escuchar música, a buenos lugares, y de paso me presentaría a Alberto o a Luis, porque ya no recuerdo el nombre. ¿Por qué será que nos olvidamos de los nombres de las personas que no queremos recordar? A mí me pasa eso, las borro, de mi memoria, como si fuera un disco rígido, elimino archivos. Y fue así que varias veces me encontré con Violeta en algún restaurant, en algún café, en alguna milonga, ella decía: "Después viene Alberto (o Luis), se le habrá hecho tarde". Y una noche me di cuenta que Alberto (o Luis) existía solamente en la mente de Violeta. Era un puro invento. Y sentí que no podía seguir la amistad con Violeta, porque si le seguía el tren, seríamos dos las del invento. Entonces puse pretextos en el trabajo, cuando ella me llamaba y me decía: "- Tu jefe, salió, ¿estás sola? ¿querés tomar un café?" Y yo le decía" - No, no gracias, estoy con mucho trabajo". No sé qué fue de la vida de Violeta, por qué tuvo necesidad de inventar a ese hombre, Alberto, o Luis, sé que estaba muy sola en la gran ciudad. Como tantos....Y ese día que me di cuenta que Violeta había inventado ese amor, tomé conciencia mientras esperaba en la gran ciudad un colectivo, un ómnibus que me llevaría a no sé donde. Una mujer, no sé la edad, se había desnudado,sentada en un umbral de un  lujoso edificio, sólo tenía una calza como toda ropa, el pelo rapado, como si hubiera escapado de un lugar funesto, de una reclusión forzosa, tenía una botella de coca-cola en la mano y el torso descubierto, no podría decir la edad. Y la ví, ví como podía terminar alguien después de estar encerrado, durante mucho tiempo, o tal vez, abandonado, solo, porque esa mujer, era como si hubiera visto a Violeta, Violeta con sus fantasías y sus delirios, cada vez más grandes. Y me dio miedo, me dio mucho miedo  la locura de Violeta, la soledad, la cantidad de inventos que me había contado y lo cerca que la tenia a Violeta en el trabajo.

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

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